Editorial

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Palabras clave:

INTEGRACIÓN ESCOLAR, PERSONAS CON DISCAPACIDAD, EDITORIAL

Resumen

La Real Academia de la Lengua define a la educación inclusiva como el  sistema general de enseñanza que procura dar atención a la diversidad de necesidades educativas de los alumnos con discapacidad mediante la regulación de apoyos y ajustes razonables para la atención de quienes precisen una atención especial de aprendizaje.  La inclusión dentro de varios ámbitos implica términos tales como discapacidad física, intelectual, sensorial;  falta de infraestructura adecuada, oportunidades y leyes; sin embargo, en educación tiene un contexto más amplio que abarca las singularidades y términos como la diversidad, o tan profundos como la exclusión y la segregación.

El camino hacia la inclusión en la educación ha sido largo y tedioso y aún queda mucho por transitar para llegar a buen puerto. En la mayoría de los casos, estas ideas nunca germinaron de los discursos o de los proyectos pensados o prometidos. En nuestro país las leyes protegen y abogan por los grupos que han sido excluidos desde tiempos pasados, personas en situación de pobreza o que pertenecen a los pueblos y nacionalidades indígenas, desplazados o personas con discapacidad, pero esto no se hace efectivo en lo que respecta a la inclusión. Sin embargo, estos son algunos de los términos que se deben emplear si se pretende lograr este hecho y están basados en el modelo de inclusión educativa.

La importancia de entender como percibimos y tratamos a todas las personas con discapacidad es un punto radical dentro de la inclusión.  La alteridad es la mirada que se tiene del otro, que permite que el ser humano entienda a los otros desde su esencia; se refiere a la capacidad de comprender desde la mirada del otro el mismo ser y al otro ser [1].

La Constitución de la República del Ecuador del año 2008 hace referencia al derecho de acceso a la educación, a la libertad de enseñanza y aprendizaje en el propio espacio intercultural, siendo incluyente y diversa, con atención preferente a las personas con discapacidad con relación a la accesibilidad y al sistema de becas. El Sistema de Educación Superior tiene entre sus principios: la  universalidad, igualdad, equidad, progresividad, interculturalidad, solidaridad, no discriminación y funcionabilidad en base a criterios de calidad, eficiencia, eficacia, transparencia, responsabilidad, participación, inclusión y equidad dentro de este ámbito. El Ministerio de Educación, el Consejo de Educación Superior y el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades, llevan un proceso de capacitación de todo el personal docente a fin de dotarlo de las competencias básicas y los valores necesarios para trabajar en entornos educativos inclusivos [2]. La Ley Orgánica de Educación Superior (2010) establece que todos deben tener las mismas oportunidades de acceso, permanencia, movilidad y salida del sistema sin importar su género, credo, orientación sexual, etnia, cultura, preferencia política, condición socioeconómica, movilidad o discapacidad. La legislación establece que las instituciones educativas deben prestar atención a los estudiantes con necesidades educativas relacionadas o no con discapacidades, lo que implica que las universidades deben crear políticas, programas y planes de acción afirmativa e inclusión educativa. Estos planes deben incluir metodologías, espacios de enseñanza-aprendizaje, técnicas e instrumentos de evaluación que fomenten la educación inclusiva. Además, mencionan que se deben realizar adaptaciones curriculares, así como el acompañamiento y apoyo académico necesarios para superar los problemas teórico-prácticos y garantizar las condiciones necesarias [3].

La educación no radica en implementar formas, preceptos y conceptos en el aprendiz despojándole de toda verdad, es decir reemplazando a un ser por otro, al contrario como docentes deberíamos perseguir, la hospitalidad, promoción y la motivación para que el estudiante busque nuevas formas de aprender a través de liberar su inteligencia, es decir una educación propia innata y emancipadora [4].

La educación no es inclusiva si no es integral, intercultural, para la paz y la convivencia y basada en el respeto por las diferencias innatas de la naturaleza humana.  Es necesario abandonar la noción de que la presencia de estudiantes con una discapacidad califica a la institución o al maestro como capaces de brindar una educación  inclusiva. La educación inclusiva implica una postura ética presente en la forma de relaciones entre las personas y en la posibilidad de convivir en función del reconocimiento de las múltiples singularidades de cada miembro.  Es decir, la presencia de "sujetos incluidos" mantiene un discurso que naturaliza procesos de segregación o exclusión. Por lo tanto, es responsabilidad de cada maestro reconsiderar las formas de pensar y asumir el desafío de transformar su práctica educativa [3].

En la enseñanza universitaria, nuestras prácticas pedagógicas en su gran mayoría no favorecen a la inclusión del estudiante, ya que se establece un  un modelo que impone la homogeneidad y la conformidad, sin ajustar las prácticas de enseñanza a las necesidades del alumnado, lo que lleva a  perpetuar concepciones erróneas de las instituciones educativas.  La gestión activa como maestros y facilitadores en el proceso de la enseñanza-aprendizaje, promueve  la comprensión y construcción de conocimientos por parte de los estudiantes, a través de un puente entre el contenido educativo y el estudiante, que permite adaptar este proceso a las necesidades y características individuales de cada alumno permitiendo eliminar o minimizar barreras que limitan el aprendizaje y fomentando los recursos para la participación de todo el alumnado, evitando de forma acertada  la exclusión o segregación.

La inclusión está ligada a cualquier tipo de discriminación, segregación y exclusión, en el sentido de que muchos estudiantes no tienen igualdad de oportunidades educativas, ni reciben una educación ajustada a sus necesidades. Por eso es menester el generar oportunidades, acceso, participación y aprendizajes exitosos en una educación de calidad cambiando la mirada, utilizando la empatía, el respeto y la consideración por el ¨otro¨ como principales aliados dentro del ambiente áulico.  Es un  gran desafío y responsabilidad el propiciar cambios tangibles dentro universidades, planta docente y sobre todo en el aprendizaje de los alumnos, es decir  debe involucrar a toda la comunidad educativa en la búsqueda permanente de estrategias para el abordaje de la diversidad y la desigualdad.

Biografía del autor/a

María Dolores Sánchez Maldonado, Jefatura de Residentes, Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga, Cuenca-Ecuador.

- Médica General por la Universidad Católica de Cuenca.

- Máster en Salud, Integración y Discapacidad por la Universidad Complutense de Madrid.

- Master Universitario en Dirección y  Gestión Sanitaria Universidad de la Rioja.

- Jefe de Residentes del Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga.

Juan Carlos Ortiz Calle, Coordinación General de Investigación Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga

- Especialista en Cirugía General.

- Docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Cuenca, Ecuador

- Coordinador General de Investigación y Director de la Revista Médica HJCA, Hospital de Especialidades José Carrasco Arteaga

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Publicado

2024-12-26